miércoles, 10 de marzo de 2010

Pues que quieren que les diga, señores.

Mis últimas entradas han sido sobre fútbol. Comprendanme, lectores. El año pasado fue de escándalo para la afición culé, y los ecos de acontecimientos así resuenan en cualquier parte a la mínima que tienen ocasión durante largo tiempo. Yo sólo soy una de las manos que les dan forma. Pero no del Barça va hoy la cosa, hoy va por otros derroteros.

Soy culé de corazón. Lo he sido desde que tengo uso de razón y quizá también antes. Y ver derrotado al eterno rival siempre es motivo de satisfacción. Este año, aun con más razón, porque para doblegar al equipo que ha hecho historia logrando seis títulos en un año, se resucitó a Florentino, que es algo así como el modelo actual de como se hacen las cosas. A golpe de talonario, comprando lo mejor que hay (o eso se cree) de primeras. Aunque quizá no es culpa suya, sin embargo, creer que lo que hace es lo mejor; o quizá si, pero hoy no quiero hablar de como nos hemos aficionado al "The king of the hill".
Volviendo a lo anterior, a disfrutar con el fracaso del rival. Al final, somos así de hijosdeputa todos nosotros, azulgranas, blancos, rojiblancos, o de cualquier zamarra. Pero hoy me he descubierto sintiendo pena por la casa blanca, aunque no por el equipo o la entidad, sin embargo. Me he acordado de mi amigo el merengue.

Mi amigo el merengue, a quien llamaremos "G", compartía, aún hacinado en un ambiente claramente culé, la ilusión de todos al inicio de la presente campaña. Había muchas ganas de que empezara la liga, de que empezara la champions. Nosotros, porque era el año siguiente a la épica y queríamos ver si seguiamos en ese inigualable nivel: él, porque su equipo había fichado a grandes jugadores y había que olvidar el desastroso año pasado y la cosa pintaba de puta madre. Hemos pasado más de un rato, "G" y yo, hablando de una posible final Madrid-Barça. Tenía pinta de ser un acontecimiento de la hostia, ya que en ambas plantillas militan excelentes jugadores y muchas otras razones, pero sobretodo porque el escenario era el mismísimo Santiago Bernabeu. Y después de enterarme del resultado del partido de hoy, como decía antes, me he acordado de mi amigo el merengue. Y me da pena que su ilusión se derrumbe. La de él y la de toda la afición en general. Las cosas que tiene la vida.